12 nov 2019

naufragio y perdida

después de pasar encerrado la mañana en el vientre de la memoria concediendo libertad 
a la manifestación de su herrumbre,
observó que la grasa que había arrojado por la borda seguía flotando junto al barco.

engarzado en soledad era ese un buen momento para revisar el casco bajo el agua, pero otra vez se le aparecía la misma imagen goteando sangre y abandono, como un vino que gana con los años pero pierde nervio en su contenido.


sacó el cuerpo del agua y se quedó flotando unos segundos bajo un mar de nubes muertas para luego, entregarse de nuevo a las profundidades.


no salió.


desde el fondo observaba como el barco se mecía por su propia estela.
inmóvil, hueco, como un hueso mal roído, fue el peso de su flotabilidad quien le advirtió que todavía no había muerto.


no era cuestión de suerte, ni de mástil quebrado, mucho menos a causa de ese vulnerable cabo de cáñamo que aflojaba sus velas, ni de los poetas del ajo.


el mar giraba hacia la noche.
una alambrada de sal presentía el ahogo del acantilado mientras el naufragio rojo de un rorbu ofrecía señal de refugio.





insomnio de tercera fase


se podría decir en nuestro caso,
que el amor,
es una mezcla de fidelidad por la carne y el crimen,
y la travesura de unos niños de cristal
que se atraviesan los huesos
sólo por el inefable placer de hincar el dolor en la aguja.
incluso se podría decir que pisamos fuerte sobre el paso insultante
depravado
de la frecuencia en la porquería,
y la porquería es como recorrer una juventud en círculos
 con el hueco del corazón y el sexo iluminado a golpes de culata y desmayos.
escuchas como la noche nos usurpa la dignidad?
oyes los violines?
son las caderas de Afrodisia celebrando con desenfrenado libertinaje el alegre saqueo de la bodega,
un lugar donde nos sopla el viento favorable,
para no olvidar la última noche de esclavitud,
el terror de las cadenas y la estaca
que tanto hemos olisqueado,
lamido,
y que sabe a desgracia.
tampoco debemos olvidar añadir
a este trágico balance
los muertos.
bien por depauperación o hambre,
por habitaciones que abusaron del frío,
o por teléfonos incansablemente enfermos.

el comercio instaurado de cuerpos y abandonos,
es una larga soledad de negocios prostituidos
donde morimos desnudos igual que nacimos al vicio.
tenemos incrustada en la fosa del lagrimal un tiro de gracia
una larga demencia que se esfuerza por llorar,
el silencio de mil casas,
trasteros enormes llenos de trastornos,
cochambres de direcciones prohibidas
cambios de cama y de domicilio.
vivimos tan cerca del amor,
que cuando se desencadena el dolor,
rogamos a los dioses la muerte.
por proximidad,
o quizá por tozuda distancia.