con las sábanas giradas y el cuerpo tan fugaz como tangible
observo como te vistes
en la proclama del deber y la dictadura de las normas.
aún reposa junto a mí el dominio del placer,
el desgajamiento de la carne,
el gusto de saberse encajar a contrapelo,
y la armonía del desorden.
sólo son audibles los que nunca se mantienen a raya,
sólo son audibles los que aman,
y el taxímetro de tus bragas
hace tiempo que debería haber subido bandera
pero sucede,
amor,
que se nos corre la voz
y no soportamos el vaivén de los estandartes,
así que,
bueno,
pudiera ser que aún no esté todo perdido,
pudiera ser que en la victoria de la obligación
creciera un nuevo rugido,
tan embrutecido como despierto,
tan salvaje como obrero,
y se le manifestara al vecindario la llegada de otro problema
y empezáramos de nuevo a rasgarles los reojos,
con la piel zambullida en libertad
calientes y amasados,
asilvestrados,
sorbiéndonos las faltas y el pudor de los horarios.
de un solo trago viaja la madrugada
de un solo trago viajan las sombras y las distancias,
pero no aquí,
no en estos versos,
y no en este momento,
con el pulso en escisión y expansivo,
con la madrugada cubierta de mil muertes
y las avenidas lamiendo sol de azúcar
pero nosotros no,
nosotros resistimos sin intención de aminorar la marcha,
bruscos,
y yo moriré entre tus dientes
y los vecinos,
otra vez,nosotros resistimos sin intención de aminorar la marcha,
bruscos,
proclamando la victoria de la carne.
y tú no acudirás al trabajo,y yo moriré entre tus dientes
y los vecinos,
llamarán a los antidisturbios.