los que crecimos boca abajo para inquietar a los gusanos,
los que como descosidos zíngaros
vagamos por la herrumbre de las calles más oscuras,
los que encriptados de cartas marinas
escapamos del cepo mortal de la mansa calma,
los que vivimos como antorchas rodeados de distancias.
los perdidos,
los de la piel trémula de candelabros,
los que masticamos hojas de coca del árbol de los océanos para asegurar,
los que como descosidos zíngaros
vagamos por la herrumbre de las calles más oscuras,
los que encriptados de cartas marinas
escapamos del cepo mortal de la mansa calma,
los que vivimos como antorchas rodeados de distancias.
los perdidos,
los de la piel trémula de candelabros,
los que masticamos hojas de coca del árbol de los océanos para asegurar,
con ojos derruidos de himnos,
que las ninfas de los pescadores no saben nadar.
los que empuñamos galeras y remos ,
los que acudimos al suicido de los cuerpos
recostados sobre el balcón de la hambruna y el poema.
los que empuñamos galeras y remos ,
los que acudimos al suicido de los cuerpos
recostados sobre el balcón de la hambruna y el poema.
quién nos prestará un tugurio donde alojar la ausencia y la misera?
a los perdidos,
a los que nos rasgamos la entrepierna violenta,
esa que no consuela
ni repara,
los que embriagados de espuma y lecho
- y con los vientres jadeantes de sol -
esperamos un viento pastoso de Junio
que haga de la carne plato de comida abandonada
donde embarrancar el amor y el naufragio.
los perdidos,
los irremediablemente perdidos,
los que renunciamos a los osarios de Aquíles
los que prendemos barracas y velas
recuerdos de cachorros en las fauces de una loba
ansiada de ternura y sadismo
los que leprosos de insomnio derruimos Saló
y sus120 días de Sodoma,
los que colgamos al dj,
los que perdimos el control,
los que bebimos junto a los hijos de la viruela negra,
los que nunca fuimos nada,
los perdidos,
los que quisimos al hombre silbado de locomotoras
antes que amasado de raíl y catenaria,
los que viajamos de lejos
para purgar la sed de los desgreñados,
de los pulsos insolentes,
del fuego y de la hoguera,
de la aquelárrica danza de las bacterias,
los que ubicados en territorio hostil
y como el volcán
sangramos esquirlas despiertos de perros y hambruna,
mordiendo el sexo de un dios
que osó fusilarnos las fauces y la lucha.
a los perdidos,
a los que nos rasgamos la entrepierna violenta,
esa que no consuela
ni repara,
los que embriagados de espuma y lecho
- y con los vientres jadeantes de sol -
esperamos un viento pastoso de Junio
que haga de la carne plato de comida abandonada
donde embarrancar el amor y el naufragio.
los perdidos,
los irremediablemente perdidos,
los que renunciamos a los osarios de Aquíles
los que prendemos barracas y velas
recuerdos de cachorros en las fauces de una loba
ansiada de ternura y sadismo
los que leprosos de insomnio derruimos Saló
y sus120 días de Sodoma,
los que colgamos al dj,
los que perdimos el control,
los que bebimos junto a los hijos de la viruela negra,
los que nunca fuimos nada,
los perdidos,
los que quisimos al hombre silbado de locomotoras
antes que amasado de raíl y catenaria,
los que viajamos de lejos
para purgar la sed de los desgreñados,
de los pulsos insolentes,
del fuego y de la hoguera,
de la aquelárrica danza de las bacterias,
los que ubicados en territorio hostil
y como el volcán
sangramos esquirlas despiertos de perros y hambruna,
mordiendo el sexo de un dios
que osó fusilarnos las fauces y la lucha.