12 nov 2019

insomnio de tercera fase


se podría decir en nuestro caso,
que el amor,
es una mezcla de fidelidad por la carne y el crimen,
y la travesura de unos niños de cristal
que se atraviesan los huesos
sólo por el inefable placer de hincar el dolor en la aguja.
incluso se podría decir que pisamos fuerte sobre el paso insultante
depravado
de la frecuencia en la porquería,
y la porquería es como recorrer una juventud en círculos
 con el hueco del corazón y el sexo iluminado a golpes de culata y desmayos.
escuchas como la noche nos usurpa la dignidad?
oyes los violines?
son las caderas de Afrodisia celebrando con desenfrenado libertinaje el alegre saqueo de la bodega,
un lugar donde nos sopla el viento favorable,
para no olvidar la última noche de esclavitud,
el terror de las cadenas y la estaca
que tanto hemos olisqueado,
lamido,
y que sabe a desgracia.
tampoco debemos olvidar añadir
a este trágico balance
los muertos.
bien por depauperación o hambre,
por habitaciones que abusaron del frío,
o por teléfonos incansablemente enfermos.

el comercio instaurado de cuerpos y abandonos,
es una larga soledad de negocios prostituidos
donde morimos desnudos igual que nacimos al vicio.
tenemos incrustada en la fosa del lagrimal un tiro de gracia
una larga demencia que se esfuerza por llorar,
el silencio de mil casas,
trasteros enormes llenos de trastornos,
cochambres de direcciones prohibidas
cambios de cama y de domicilio.
vivimos tan cerca del amor,
que cuando se desencadena el dolor,
rogamos a los dioses la muerte.
por proximidad,
o quizá por tozuda distancia.