destila la madrugada una sensación de mujer serena
hermosa, entreabierta, se abre a mis disgustos
como una brecha narcotizada de peligro inminente,
igual que la glotonería de un hombre
frente a unos senos turgentes,
ansiada de babas y llantos,
esnifa el humo de los coches y sus prisas,
mujeres con acento siberiano
con la risteza pintada en sus rostros,
como un objeto familiar reconocible.
macabra y arlequinesca,
es justo en este momento cuando la encuentro más bella,
cuando me niega su voluntad,
y se enzarza violenta por el umbral de mis ojos,
como una ausencia clavada en el lagrimal,
un torniquete de nostalgia
que no llega a desbordarse.
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