con el cuerpo fragmentado y espinoso,
sitiado de tanta mar,
con los ojos fatigados de aliviar el hambre de los pelícanos.
son esas noches de pecio
a las que me aferro como estéril cuerda durante un latido,
donde me pongo a bailar en una forma de rescate,
unos breves pasos,
el tiempo justo para que la música derrame por mis ojos
el fin de todos los sueños estatuarios.
luego el regreso a la oscuridad,
el silencio infinito de la orquesta del naufragio,
las noches al abrigo de la sal,
y el S.O.S de la voz,
como aullido interior,
rompiendo sobre la orilla de mi cuerpo.
interpreto esta melancolía amando y echando a llorar,
con los cabellos inclinándose hacia el gris
y los huesos proyectándome alfileres,
pequeñas danzas de muerte girando a mi alrededor,
melodías de un tiempo que se me hizo corto,
y del que sólo espero
- como último baile -
la suficiente cuerda para el suicidio.
*faltará siempre un primer rescate. Siempre, antes del último arcoiris. Nunca*
ResponderEliminarBss
Hey, David, hey.
ResponderEliminarCapitán, que el -as de guía- sea un descansar porque no hay edad.
ResponderEliminarAbrazamos la oscuridad para desatascar la luz. Abrazos :)
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