17 oct 2012

malditos poetas, que os jodan

mi alargada  muchacha
mi amor,
mi niña,
cuando el peso fatigado por mi peso 
sea el prólogo de la tumba
y muerto y final me pierda en infinito silencio,
cuando Proteo se alimente de mis huesos 
y caiga la plomada letal de la única certeza
entonces mi caricia, 
mi hermosa tierra, 
vendrán los poetas. 

llegarán desparramados desde un mundo inspirado en palabras,
si pudieras verlos como yo los veo
escribiendo umbríos y feos
neotéricos,
con ese oscuro aliento de la herrumbre y el deshecho
derrotados en sus augurios de gloria,
amantes del espanto y el naufragio
borrachos inquietos de niebla.

llamarán,
-porque llamarán-
piadosamente en suspiros de áloe
a tu ardiente ternura infinita
me oyes amor,
mi niña,
mi fiera,
te nombrarán bella o puta con bocas de tinta,
fastidiosos poetas enfermos de si mismos
vientres de entrañas y perros
torturas de río seco
peces hambrientos crispados de invierno
rocío de semen
basura y miseria
putos y húmedos poetas de mierda.

sus bocas vencidas son de vómito amargo
carne nocturna de puñal y vacío,
asesinos perversos
vendrán a decirte que andan vencidos
mostrando sus ruinas y desiertos
-son las reglas de este juego-
y los amarás, sí,
los amarás igual que se ama un sentimiento de fondo,
sin mesura,
con noches pesadas como piedras en el pajar del tiempo
envuelta entre llamas 
y sobras.

huye de ellos,
corre a galope y viento 
proclamándote bestia,
o ignorante licenciada en idiotas,
pues todos sus versos nuevos nacen de antiguos poemas.

pero si pese a todo
decides quedarte con los malditos poetas
-que no hay ni uno bueno,
que no hay quien valga la pena-
y caer desvaída en soledad y rastrojo
entonces mi hija,
mi fiera,
recuerda que esos poetas,
se parecen mucho a tu padre.