vive esta ciudad sumergida en una falsa madrugada
una oscuridad de muro y hormigón
que supura por las aristas del ladrillo
geometrías infectadas de ruinas y descensos.
por sus avenidas silenciosas
-largas como los remos de un drakkar -
se construye el desconsuelo y se apuntala la tristeza
su edificación es un desmoronamiento
el perfil de un nocturno precipicio
y los mercados de azafrán tostado,
la melodía que blande la tierra,
la frescura del puerto sonámbulo,
ya todo es oscuro
ya todo es espanto.
gentes que andan cubiertos de cuevas,
transeúntes emanando perfumes de adormidera,
vagonetas de tropiezos y carbón arrastrándose pesados y brumos
por el enlutamiento insalubre de esta mina
yo también desciendo al subterráneo,
atenazado y umbrío,
como un triste deshollinador que camina por las galerías.
las chimeneas estrangulan cualquier resplandor,
los ojos eclipsados
son la ceremonia del entierro de mi infancia
las horas se me hacen hollín,
la sonrisa toca fondo.
quiero salir de esta maldita ciudad,
llegar a nuestra madriguera y emborracharme de tu luz y tus destellos
que apacigües con narcótico sabor esta pena que tanto me abarca.
necesito que me seas el barreno que dinamita el espanto
una vagoneta de felicidad
repleta de dulzura y orgasmos
la alegría del filón en el bolsillo de un minero boquiabierto
el quinqué de los imposibles,
la primera luz del alba,
una llama
permanentemente encendida
como mundo consagrado a la esperanza.