es preciso invertir la luz para domarlo.
"Susan Urich"
son el silencio concebido en el que vivo,
una excitación negra de siluetas y alambradas
que se mueven impacientes
como el frenético zumbar de las alas de un insecto;
no son desconocidas
y cada gesto tiene un nombre.
rebusco en el trastero de mí cuarto,
es posible que con este frío
todavía queden algunos cigarrillos por arder,
incinerarlos en la quietud del cielo que anuncia nieve,
desearme un buen humo
y terminar con todo esto,
como castigo,
o como ley establecida por mis arrugadas vísceras,
después de todo,
iluminar la verdad de lo que fue nuestro amor,
- aunque devastadoramente agotador para estos versos-,
sería un mostrarse sin miedo a la derrota,
al dolor que palpita en exceso por donde estalla el recuerdo.
no hablo de encías sangrantes ni raíces podridas,
hablo de un dolor imponderable,
de una apuesta al reconocimiento del que vive aparentemente sin vida,
o dicho de otra manera,
de una muerte lenta.
consciente que pretender excitarlos puede inclinar rebeldía,
me precipito hacia los recuerdos
desechos de sombra humana,
y lucho,
temerario e indestructible,
entre el jadeo cercano de unos dientes combativos,
con multitud de bayonetas que se clavan en mi cuerpo,
soy partisano viejo que no le tiemblan las piernas,
la ferocidad de un adversario que te muerde la lengua,
aullido de bestia y hombre que abandona sus defensas,
soy quien roba tus cosechas,
soy quien quema tus enseres,
soy la guerra,
el bombardeo,
el escarnio de tu pubis,
el edema de tu hambre,
una obsesión por no doblegarme,
y follar,
y follar,
y follar,
a muerte:
antes de que el abismo me lleve hacia tu nada.