"Dios es más que un médico,
un médico es más que un enfermero,
un enfermero es más que un administrativo,
y un administrativo es omnívoro."
El Chus.
desprecian constantemente al microorganismo como desprecia el jaguar el gusano de la carne corrompida.
en este ruinoso estado la necrosis de mi cordura piensa que allá arriba no queda nada,
ni dinastías, ni guardianes de alterados egos.
pero hay médicos.
el desierto diario al que asisto,
congrega cada tarde alrededor de un café de setenta céntimos,
a las más ladinas y perversas víboras de los sentimientos.
pueblos de gente apaciblemente establecida,
que acuden soberanos
al miento y no siento como oferta de leche al 50%,
batas blancas con
monopatines que atropellan el aliento,
diagnosticando compulsivamente
majaderías con nombres de trastornos inciertos:
depresiones postparto del ventrículo izquierdo,
tentativa suicida del sístole derecho,
trastorno de la personalidad cluster b
de burro.
y es que enamorarse o defenestrarse,
para ellos,
es tan solo un código exacto
en el balanceo numérico de un noventa y dos punto cero,
es decir,
un estado mental bastante enfermo.
estas vitaminas de universidad
que se autoalimentan de lo estético,
este caldo terapéutico de enero,
son retorcidos asesinos de veneno lento,
abren procesos eléctricos financiados por el ego,
por la determinación de no desgastarse,
formando hijos vinagre
con sabia de benzodiazepina,
alucinados del sol de Noruega
que abrasan mis ojos torcidos
intentando desprestigiar la victoria de mi aflicción,
la rareza de la planta.
aristas afiladas,
deseosos insatisfechos,
desprenderos de vuestro jerárquico equipaje
abandonad la capital,
el patrimonio del reino,
y descended por el mar de los desalojos,
mientras devoro el interior de vuestras mejillas,
-con ojos ávidos de esperanza-,
el plan de vuestra injubilación,
y sobretodo rezad
rezad porque la historia
no os depare sorpresa alguna,
ahora que remáis entre carneros,
mostrando vuestra hombría y caza.