me acompaña un perro de agua que le tiene pánico al agua.
me acompaña y juego con él,
le lanzo la pelota,
trota por el piso como un caballo desbocado,
sus patas largas,
disgregadas.
torpe,
tropieza con los muebles y los libros,
tropieza con los juguetes de mi hija,
tira la ropa al suelo.
lo persigo y ladra.
entonces,
el animal,
en el ladrido de los juegos,
pierde la pelota de sus fauces.
todavía goteando,
la recojo y también recojo los libros,
los juguetes,
la ropa,
el silencio,
la poesía.
luego se la vuelvo a lanzar,
me gusta verlo jugar,
feliz,
aislado de tanta tristeza.
tres humanos quebrados,
es suficiente para un animal torpe.
Es un lirismo insuperable
ResponderEliminarNada más.
Y tornar a leerlo
hasta hacer causa común con lo transitable