El seis de diciembre de 1935 Jódoroh Talóv entró al cuarto de baño de su casa y nunca más salió.
No había ventanas.
Y no crean lo que dicen los periódicos. La verdadera historia de Jódoroh Talóv, ocurrió como sigue a continuación:
No había ventanas.
Y no crean lo que dicen los periódicos. La verdadera historia de Jódoroh Talóv, ocurrió como sigue a continuación:
Jódoroh Talóv abrió la llave del grifo, plegó su cuerpo en doce triángulos equiláteros y se puso a flotar en la bañera. Luego quitó el tapón, y en pocos segundos, navegaba cañería abajo, hacia un mundo mejor, su verdadero, y único sueño.
Cruzó Alabama a cuatro metros bajo el suelo, y en Tuscaloosa, un sistema de aspersión lo escupió a la superficie, donde una vez seco, volvió a doblarse nuevamente hasta convertirse en una pajarita de papel que se elevó sobre la faz de la tierra, y antes de abandonar la atmósfera, explosionó cayendo en forma de confeti sobre toda la humanidad.
Aún hay algo de Jódoroh en todos nosotros desde entonces.
Cuando pides un café y te ponen una porquería y tú dices “gracias” y te lo tomas y te sienta como una patada en los cojones pero te lo tomas y sonríes, eres Jódoroh.
Cuando quieres decirle a la cajera del súper que te importa una mierda que tenga un niño con el síndrome de Down, que llevas diez minutos en la cola, y no dices nada. Cuando te quedas mirando un bebé que te observa fijamente en el semáforo desde su carrito y luego miras a su madre y piensas: “Está buenísima, me la follaría”, y automáticamente después piensas: “No, joder, tiene una sonrisa preciosa”. Cuando te acuerdas de los pájaros, cuando miras al Mar, al horizonte, a los ojos de tu novia, sin que te importe que alguien esté viendo como te estremeces, cuando te llevas a la boca un cigarro del revés y te quemas los labios y alguien que te ama está allí para decirte lo estúpido que eres, pero te llena la boca de saliva y te dice sana sana culito de rana si no sana hoy sanará mañana, y te da un beso y tú, tú no sabes si aquello es el cielo o qué, y dejas de cagarte en todo, y la abrazas, y le dices que la quieres, y que ahora te vas a cortar cuatro dedos para que nunca deje de abrazarte así. Cuando todo continua orbitando a tu alrededor sobre su eje, eres Jódoroh.
Y si no te importa que te amen mujeres estrábicas, feas, cojas, gordas, eres Jódoroh, y si te quedas parado mirando las cosas que hay tiradas por el suelo y te descubres agachándote a ver que pone en ese papelito- “Bah, una lista de la compra” -, a ver si es una carta de amor, o una despedida, o un mensaje divino que diga “Dobla la esquina, y serás feliz”, y cierras los ojos y la doblas y no pasa nada, pero casi has sido feliz, cuando perdonas a la gente que te hizo mucho daño, aunque sólo sea porque has pasado los setenta, eres Jódoroh.
Y si acaso no has entendido nada sobre Jódoroh, tal vez sea porque no estabas allí el día que llovió confeti de los cielos. No importa. Fue hermoso. Lo más hermoso que he visto jamás hacer a alguien.
En cualquier caso, paga tus deudas, cómprate un coche mejor y más grande, el más grande, cosas que no necesites, divide, divide siempre y vencerás, y haz infelices a muchas personas, sin que se note, jódelo todo, ya sabes, eres el rey del universo, la vida es dura, sí, que se jodan, al fin y al cabo, Jódoroh, sólo era un idiota.
Cuando quieres decirle a la cajera del súper que te importa una mierda que tenga un niño con el síndrome de Down, que llevas diez minutos en la cola, y no dices nada. Cuando te quedas mirando un bebé que te observa fijamente en el semáforo desde su carrito y luego miras a su madre y piensas: “Está buenísima, me la follaría”, y automáticamente después piensas: “No, joder, tiene una sonrisa preciosa”. Cuando te acuerdas de los pájaros, cuando miras al Mar, al horizonte, a los ojos de tu novia, sin que te importe que alguien esté viendo como te estremeces, cuando te llevas a la boca un cigarro del revés y te quemas los labios y alguien que te ama está allí para decirte lo estúpido que eres, pero te llena la boca de saliva y te dice sana sana culito de rana si no sana hoy sanará mañana, y te da un beso y tú, tú no sabes si aquello es el cielo o qué, y dejas de cagarte en todo, y la abrazas, y le dices que la quieres, y que ahora te vas a cortar cuatro dedos para que nunca deje de abrazarte así. Cuando todo continua orbitando a tu alrededor sobre su eje, eres Jódoroh.
Y si no te importa que te amen mujeres estrábicas, feas, cojas, gordas, eres Jódoroh, y si te quedas parado mirando las cosas que hay tiradas por el suelo y te descubres agachándote a ver que pone en ese papelito- “Bah, una lista de la compra” -, a ver si es una carta de amor, o una despedida, o un mensaje divino que diga “Dobla la esquina, y serás feliz”, y cierras los ojos y la doblas y no pasa nada, pero casi has sido feliz, cuando perdonas a la gente que te hizo mucho daño, aunque sólo sea porque has pasado los setenta, eres Jódoroh.
Y si acaso no has entendido nada sobre Jódoroh, tal vez sea porque no estabas allí el día que llovió confeti de los cielos. No importa. Fue hermoso. Lo más hermoso que he visto jamás hacer a alguien.
En cualquier caso, paga tus deudas, cómprate un coche mejor y más grande, el más grande, cosas que no necesites, divide, divide siempre y vencerás, y haz infelices a muchas personas, sin que se note, jódelo todo, ya sabes, eres el rey del universo, la vida es dura, sí, que se jodan, al fin y al cabo, Jódoroh, sólo era un idiota.
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