sentado sobre la inminente ruina de la madurez
reivindico ante ti mi derecho a no crecer,
a mostrarme orgulloso de mis diabluras,
a derramarme a mis anchuras sobre estas sombras
que ya no dan miedo,
que me asisten sin dolor,
porque tuya es la emboscada más inocente de mis huertos y descampados
y elevas el derrumbe de los recuerdos
con el hambre fugaz
de un tirachinas.
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