ahora
que desayuno un respirar de tanto impresentable
y una quietud de impredecible oleaje
horada el fervor radical del viejo pirata Mothman.
ahora
que Noelia junto a Sarco
se diosfrazan como insectos revolcándose en el viento
y un mosquito cervecero agoniza en la espuma del reverso,
ahora
es el momento
de imantaros mi dolor:
es insoportable agonía,
esta sensibilidad del ente vivo
son unos dientes sangrantes con las raíces podridas,
negror de la oscura mina
que supura por la encía infectada y dolorida
carretones de carbón inflamados de silencios.
consciente de la tortura,
en la pueril antesala de las precariedades sombrías,
asumo el recuerdo sangrante,
asumo la falta de vida.
soy crepitar enrabiado de unas fauces animales,
y hago estallar por los aires todos mis dientes roídos,
antes flores de almendro,
cuerpo,
sudor,
alimento,
bacanal de lobo hambriento
devorando embravecido cada curva de su cuerpo,
ahora
hiena famélica,
boca en tierra de barbecho,
son estos dientes y encías corral de gansos y cerdos
arrancándome la lengua sin masticarla primero,
son la ceguera del tuerto,
el árbol perplejo y perenne
que tras el quiebro primero de la hoja decadente,
corta el paladar ajado
brotando verso y cerebro
y pienso
que una vez muerto,
enterrado en el estiércol,
de una tierra cualquiera de gusanos y de Anteros,
mi calavera,
mis huesos,
rasgarán tal vez sus adentros,
y si aún hay vida en su boca
-aquella que mantiene en silencio-,
derrotada y temblorosa
pero altiva y bella al tiempo
llorará mi falta de dientes
ahogando también estos versos.