28 nov 2011

sin salvavidas.

es la supervivencia lo que hace que me desplace a un lado 
a la espera que aparezcas como antes descorriendo las cortinas de tu sexo en una plétora de orgasmos.
a veces me miras de tal forma que me siento como un viejo historial clínico carcomido por el tiempo, otras ni eso. quizá sea lo peor. el caso es que cualquier cosa me resulta comestible con tal de digerir tu ausencia. me alimento de rodillas por no ojearme las canillas y sé, mientras te escribo, que el viejo par de calcetines, esos que solías calentarme en el radiador durante los meses de invierno, deben reposar a estas alturas sobre las simentosas huellas de algún radical catalanista o quizá de un grafista vacilón 

demasiado tiempo bebiendo de la agostada cepa de vino turbio, 
demasiado tiempo ultrajando cada trozo de páncreas
hasta llenarme las noches de morphina en urgencias.

por eso hoy,
necesito un entreacto de revolver temerario
aunque la batalla de hace mucho se diera por terminada,
necesito que me esnifes y me abraces,
que sutures con arpón afilado la sangría de tu ausencia, 
necesito de tu carne humillando mi cuerpo 
con esa deliciosa ninfomanía de ejemplar único,
tan tuya,
tan embrutecida,
tan cosaca y violenta.
creo en la poesía que escribimos
en las paredes de los baños
como única existencia absoluta,
y como siempre
creo en todas las desgracias.