7 nov 2024

os traigo la paz y la guerra

elegid la que queráis. el senado cartaginés dejó la decisión en manos de Fabio Máximo que soltando los pliegues de su toga sentenció: "entonces la guerra".

en la primavera de 218 a.C. un ejercito marcha en tres columnas bien diferenciadas: los cartagineses armados con sus espadas cortas, los mercenarios norteafricanos junto a los aliados de Cartago: egipcios, nubios, masilios y géntulos, lotofagos y garamantes con sus pavorosos adornos y sus lenguas ininteligibles, sus colecciones de dioses, sus venablos envenenados, sus cascos decorados con fauces abiertas de animales, o como más tarde escribiría una poeta "un arreglo fúnebre sin fallos, un grito breve de relámpago que destruye, rehace y junta, los diamantes de la alegría". tras ellos, los soldados celtas e íberos, astures y cántabros, galaicos, ceretanos y vascones que se niegan a llevar casco, ilergetes, habitantes de Tarraco... los últimos son los honderos baleares, famosos en todo el Mediterráneo por su letal y certera puntería. tras todos ellos una imponente muralla móvil de cuarenta elefantes al mando de sus mahout -conductores-. toda una potente arma de guerra equivalente a un carro blindado actual con la inspiración de un miedo brutal imposible de reemplazar por dioses o relámpagos.

Aníbal se ve a sí mismo como el perfecto guerrero helenístico e imita a su adorado Alejandro Magno que ya utilizó a los proboscidios en anteriores campañas. solo Asdrúbal, hermano de Aníbal, con 21 elefantes y un regimiento de más de 15.000 hombres permanece a retaguardia, el resto, parte de Cartagena rumbo a los Pirineos para atravesar toda Iberia y Galia a pie, cruzar dos grandes ríos y dos enormes cordilleras y aparecer donde nadie, absolutamente nadie, les espera. en Roma.  

la memoria de un ejercito formidable que empleaba horas y horas para avanzar. que llenaban los ojos de asombro y la tierra de innegables, que perdura durante siglos calcinados de óseos y sin embargo no resulta fácil recomponer su ruta. los libros de historia y la raíz de la tierra cuentan que marchó a lo largo de la costa hasta el Ebro, sometió el territorio de la Lacetanea  y descartando Empúries, pues es muy improbable que marchara por colonias amigas de Roma que pudieran avisar de su llegada decidió, seguramente, embarcarse por la ruta del interior que es el paso más probable pues se vio obligado a cruzar el Ebro no por su desembocadura, imposible de cruzar para un ejercito de tales magnitudes, sino por aguas más altas, luego habría seguido el cauce del rio Segre y llegado a la comarca de la Cerdanya, varios yacimientos encontrados recientemente de origen ceretano así lo atestiguan. El Castellot, en el pueblo de Bolvir y el Tossal de Baltarga en Bellver de Cerdanya donde se han desenterrado estructuras de un puesto de vigilancia quemado por completo, restos óseos compatibles con el tiempo de animales calcinados y pendientes de oro olvidados en jarillas  nos habla de un ataque sorpresa, de una destrucción violenta y no puede atribuirse a Roma pues Roma no entraría en la Cerdanya hasta 50 años más tarde.

el paisaje que se muestra ante mí es exuberantemente verde, abarca todas sus tonalidades, es ancho, de fácil tránsito, es uno de los valles más grandes de Europa, situado a unos mil cien metros de altitud no es ni excesivamente alto ni radicalmente frío, hay agua y pastos en abundancia sus praderas no se prestan a las emboscadas y sí al cobijo de la memoria de un ejercito formidable con elefantes incluidos. el valle sigue siendo un lugar de paso hacia Francia y Andorra un paisaje salpicado de naturaleza salvaje y de salvaje historia. 

trato de observar la arquitectura de lo que ya no existe. nutrirme de una época, de una región, como si fuera un animal salvaje que ha convivido en mis entrañas para siempre. me alimento de pieles y musgo, de la nocturna respuesta que me ofrece la longitud del túnel, fotografío el temblor de mi cuerpo carnívoro infectado de parásitos y épocas de hambruna. el plato que me sirve este tiempo es una falta de límites territoriales y guaridas de maleza. suena en el cobijo del bosque "Society" de Eddie Vedder y pienso que no es momento de discutir con los aliados de mi memoria, la deserción masiva  de cualquier destrucción violenta no debe atribuirse al pasado, ni a la paz, ni a la guerra con sus forma de gloria. yo también me veo obligado a cerrar los ojos para liderar este latido furtivo del cuchillo que todo lo sesga hasta la desesperación.