destila la madrugada una sensación de mujer serena.
el tiempo se detiene hermoso,
entreabierto como herida narcotizada por el opio denso.
la calle por la que transito,
-despiadada y hueca -,
-despiadada y hueca -,
se despliega por mis ojos desde el balcón de mis zapatos
hasta el principio de la pena.
si abonas soledad afloras llanto
y como triste arlequín de cementerio,
como glotonería de hombre frente a unos senos turgentes,
el llanto se abre para comerte por dentro
y sol
y el humo de los coches,
y las prisas de los transeúntes de siempre,
la mujer con acento siberiano,
un hombre con bozal en la lengua,
el excelente olfato de los puercos,
y otro día más
sin ella,
otra día de ausencias,
y justo en este momento la encuentro tan bella
que incluso por un instante
se me aparece perpetua
como si siempre hubiera existido
como si nunca
y en nada
permaneciera.