Yo no tengo maldad, yo lo que tengo es cachondeo.
-Conchi Cobo.-
En el preciso instante en que Loxo se dispone ha zaparse su dieta compuesta de retoños de sauce y frutas exóticas, la tierra ,que no es otra que la del recinto de los elefantes del parque zoológico de Barcelona, tiembla,ruge y finalmente se hunde, engullendo todo lo cabido en un perímetro de treinta metros, Loxo incluido.
Ha ocurrido lo que los geólogos llaman un socavón de tres pares de cojones.
Parece ser que las abundantes lluvias unido a un escape de agua del colector general de la base sostenida junto con la descomposición de los hidroneleidoles en la capa terciaria del subsuelo occipital son los responsables del hundimiento.
Ya ven señoras y señores, un cúmulo de casualidades tontas que hacen que Loxo descienda en caída libre hacia lo más profundo del subsuelo barcelonés aterrizando frente a un servidor en los asientos del metro de la línea cuatro entre las estaciones de Ciutadella Villa Olímpica y Barceloneta.
Junto a Loxo caen diversas barras de acero, trozos de cables, siete kilos de bananas, un vibrador, tierra, raíces, y el último libro del Terenci Moix.
Loxo sacude los hombros de polvo, barrita y me ofrece con la punta de su trompa el libro del Moix
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-Acostumbro a viajar solo-, le digo.
Entonces y sin pensárselo dos veces me besa apasionadamente y se baja a toda prisa en la siguiente estación.
Observo como mi vida se aleja aferrada a su grito de tierra y libertad.
Y es que hay amores que quitan el hipo.