12 abr 2014

la tormenta

no sucede muy a menudo pero cuando te sueño, no sabría decirte,
me respiraran los ojos y el tiempo va más despacio,tanto,
que por momentos la una se aprieta con las trece.
resulta agradable soñarte, lo malo es al despertar
cuando se hace añicos la carne y la pena se me atrinchera sobre los hombros.
dejaste de reírme igual que me dejaste, también,
con todos estos vivos que arrastran más muerte que la tuya.
diablos papá, recuerdas aquel verano en el pirineo?
juntos doblábamos la tarde en el mismo instante en que la tormenta arañaba el campanario del pueblo. fue entonces cuando un enorme trueno despertó los cerrojos de las casas y empezó a diluviar infinidad de gotas suicidas golpeando contra el suelo gritando paté.
llovió tanto que la mierda de las vacas descendía por el Casinet
como la lengua de una ramera madura; libre y empapada, mientras nosotros, papiros de carne, nos envolvíamos las desgracias con las ruinas de los desaparecidos.
luego el viento
y la escasa y débil luz del pueblo.
por mis rodillas todas las cicatrices del verano,
en tu ojos el puerto donde amarrar la infancia.
tenías razón cuando dijiste que la oscuridad más delicada siempre nace en tormenta,
que no hay atisbo de muerte para estos instantes,
que por mucho veneno que vierta la vida en nuestras espaldas
jamás logrará embalsamar la libertad
de saberse frágil bajo el polvo de los sepulcros.
hermano será el hombre que venga a escupir sobre tu tumba.
desde esta madrugada de escasa luz y alfileres en los párpados
observo el camino de mis subterráneos,
la lluvia,
el peso de una vida de la que no sé nada,
cicatrices de aquel verano que ya no existen,
o tal vez sí y solo han cerrado en falso,
o se han desplazado como se desplaza una tormenta.
yo sigo su camino,
igual que el dolor sigue al envenenamiento-