28 abr 2012

el grito del primer orgasmo

no debe resultar tan difícil modificar el orden de amarse:
hablo de un cambio de sentido,
de transitar por las jornadas del querer como quien transita con el paso invertido.

mirándolo bien pienso que pudiera ser un buen inicio
caminar desde el final de los horrores
sucumbiendo al avance implacable del frío
y la devastadora herrumbre de la soledad y el engaño

presenciar la caída del abrigo
como quien presencia la vanguardia de lo cotidiano,
y despedir al ejercito sanguinario
llorándolo a mares por todo el dolor causado

bien es cierto que habría de soportarse una buena dosis de tristeza
y de silencio en las miradas,
el vértigo del quien se asoma al precipicio de una sonrisa forzada
y la punzada del fracaso unida a las noches de medias lenguas

luego cabría invertir una vida normal
en una vida anormal,
deberemos revolvernos en seres primitivos y bestias de caza,
animales de caricias obscenas y cópulas salvajes,
huérfanos de aspiraciones sin más aspiración que amarse

alargar las manos,
alargar las manos y palpar la esperanza,
poseer las lenguas sin bozal
y los amaneceres del deseo y la frecuencia

y así,
cálidamente protegidos,
encogernos de hombros al caer la noche
mientras nos preguntamos qué nos está sucediendo,
seres desconocidos que se abrazan como románticos bellos

deberemos suspirar
como suspiran los niños ante el azote del sueño,
y zambullirse en la paz y el letargo
de quién entrega su vida a la seguridad del amado

finalmente,
cuando todo sea ilusión,
cuando naveguemos por la candidez de la alegría
y descubramos sorprendidos que el espejo nos retorna la sonrisa,
entonces sí,
abandonarnos

abandonarnos por fin estúpidamente heroicos y temerarios
alegres y excitados,
igual que abandonamos en su inicio
el grito del primer orgasmo.

15 abr 2012

los días neutros

un vez más este estúpido escalofrío,
este impertinente estremecimiento de quien observa un calendario
entre una mezcla de carne apolillada y ojos dormidos.
una vez más las tres de la madrugada,
me encuentro maravillosamente mal,
mis brazos son el peso de dos robles centenarios 
y mi cabeza el holgado letargo de un oso cavernario.
ayer
a esta misma hora
llegué para visitarme.
odio hacerlo, pocas veces me hallo de buen humor y si no fuera porque conservo una espléndida erección
hace tiempo que hubiera terminado con todo esto,
 estas noches de excesos y alarmas,
la  bella y abastecida repugnancia,
las anchas gargantas,
con mujeres capaces de tumbar al peor de los cosacos.
pero sobretodo con lo que hubiera terminado son con los días neutros,
esos días en los que nada te escuece
sin suspiros de tristeza embriagadora 
ni minúscula alegría que acuda al rescate de tu vida.

pienso que es buena franja para morir descalzo.
de la una a las seis de la madrugada 
la molestia que puede ocasionar mi muerte es insignificante
y me pregunto
si arrancando buena parte de tus besos 
conseguiré arrancarme también los recuerdos de mi infancia: 
el bienamado niño,
esquelético y tardío animal recién nacido.

toda esta ciudad es una gran nube de caza
 una escuadrilla de terror que irrumpe sobre la calma,
unas madres que bombardean con prisas a los hijos somnolientos
que acuden
un día más 
al funeral de los tuertos.
los ojos de los olvidados 
arden en la cantina de mi barrio y los jóvenes amantes 
descubren que la primera herida sabe a esquirla de metralla y orgasmo.
mi miserable adolescente,
mi horrible bestia de llamas,
se pregunta si prendiendo fuego a tus caricias conseguirá quemar también 
aquellos versos que escribí en tu espalda.

la felicidad sospechosa me suena a cantimplora vacía,
todos están medio locos y no encuentro un loco entero,
qué demonios está ocurriendo?.
lloro mientras recuerdo el nombre de mis antepasados.
incapaz de arrojar las armas al suelo
observo como el desertor de mi cuerpo le escupe al temerario hombre de cuarenta años:
si hoy he de morir
lo acepto
pero no deseo vivir un solo día neutro.

anochece y las tropas de tierra 
regresan a casa.
no hay nada peor que volver con la moral baja
pensando que tu vida sólo carace de un trocito de esperanza,
que la bestia de la tentación hay que saber domesticarla.

yo sólo pienso en follarte a la brava,
sin ruinosos versos ni sedosas palabras.

ven,
necesito que me rescates de este poema.