22 may 2016

salvoconducto

"pero qué nos importa la opinión de la gente fría, 
siempre que nuestras almas, 
más ardientes, más nobles que la suyas, 
sepan disfrutar de lo que ellos no perciben"
- Marqués de Sade -


amarnos con todo como única ley establecida,
y que cicerones de costumbres nos sean secundarios,
que en nuestro caso aún está por demostrarse que debamos morir,
y espero disculpes el escepticismo,
pero tantas veces la he palmado en tu cuerpo que ni las certezas se me sostienen
pues en el mismo instante en que tu desnudez se me revela
diabólica e ilimitada,
en el mismo instante en que me muerdes los destajos y desinstalas resistencia,
en el mismo instante en que haces de tu cuerpo salvoconducto
por donde transitar vagabundo
y de una cama objeto pueril al que recurrir como último relámpago,
en el instante en que el festín de los tactos
se nos muestra como ágora abierta de carne,
ni culturas ni patrias,
y mucho menos jerarquías,
se instalan en el desorden y el caos de tus vicios.

luego,
esas otras cosas que no explican tu ausencia y que me muelen los huesos.

o dicho de otra manera,
cuando ando con el cerebro inflamado de edemas y hambres,
cuando la ciudad es un trotar sinsentido hacia ningún lugar
y sin nada que revista mayor traición
que la traición mayor de no tenerte,
de no manosearte,
de no morderte como fiera enjaulada los adentros,
cerdo e insostenible,
y regresar,
otra vez,
a las estancias del presente y los vacíos,
al inminente derrumbe del calendario y la carroña,
cochambres de hedores insufribles
deslizándose como raquitismo oxidado por el crepitar de los miembros.

no tenerte es tener la ausencia de tus cabellos negros manchados de sol,
no tenerte es tener el cinturón oliváceo de tus ojos
convocando liturgias gatunas de ronroneos extensos,
tu sexo fugitivo cercenando la carne que ya es carne de cañón
justificada de irracionalidad y bestiarios,
de desordenes y amor,
sin burocracias ni dominios permanentes.

esparcido de muertes la vida es sólo vida cuando nada,
ni nadie,
me desposee de la libertad y las ruinas
de morderte las esquinas y empaparme de refugio
con el fuego ardiendo de tu salvoconducto.