12 ago 2016

olor a balsa.

con el mismo cuidado que se retira la noche
caminar hacia un lugar
para leerme entero y no por capítulos
y lo más importante
dejarme ser leído hasta el imaginario.

alquilar una suave habitación alejada del cielo,
agitada por brazos y molinos,
y mezclarme en el polvo de ese último mechón
que aún destila juventud y olor a balsa.
observar el Mediterráneo,
preguntarme en qué se ha convertido
una lágrima,
una horrible ofrenda,
una columna podrida incapaz de suicidarse.
qué haremos todo el día con la locura de nuestras canciones
si ni sostener la vida podemos,
si acarreamos un parto de imposibles animales que
con estúpida crueldad
pretenden vestirnos el corazón
y el llanto
de quirófanos y sangrías

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